Viviría mejor sin tu recuerdo, sin la imagen mutante y diluida que corrige mi mente cada día de quien fuiste a mi lado.
Me despierto con ella en las mañanas, la sacó a pasear con mis quehaceres y, antes de acomodarme con el sueño, te amo en vientres de agobio y de conjuro.
A tu abrigo, excuso los inviernos y trato los estíos con tu aliento. No sé si voy o vengo de regreso por esas estaciones, que deciden los vientos.
Yo no soy sino dudas y ninguna respuesta. Siempre dentro de mí, tu imagen me incomoda, me cerca los caminos, no me deja salida. Pero sé que, en tu ausencia, solo resta abandono.
Aléjate de mí, vacía la ciudad de tu mirada, retírale a los cielos el olor de tu risa, renuncia a ser el fruto de los árboles cercanos, despéñate por los acantilados de tus labios.
Viviría mejor sin tu recuerdo. Mi soledad está bien habitada, confluyen las nostalgias y las sombras, el credo del milagro y la desgana.